Pues bien, en mayor o menor medida se encontraron los ocho antiinflamatorios que se buscaban si bien estando presente el ácido clofíbrico en los 18 puntos de muestreo y el ketroprofeno sólo en uno. Entre las presuntas sustancias reguladoras de lípidos y colesterol no se detectaron restos de Pravastatina pero sí de los otros tres buscados destacando el Gembibrozil que apareció en 15 puntos. Entre las drogas psiquiátricas la que más apareció fue el Carbamazepine -en todos los puntos del estudio- mientras el Paroxetine y el Fluoxetine no fueron detectados. Por lo que se refiere a los antiulcerosos sólo hubo que no se detectó -el Lansoprazole-, lo mismo que pasó entre los antihistamínicos: sólo dejaron de detectarse Loratadine y Famotidine; en cambio el Ranitidine apareció en 2 de las 18 muestras. Finalmente se detectaron 3 de los 4 beta-bloqueantes que se buscaron destacando el Atenolol que apareció en 11 de los 18 puntos en los que se tomaron muestras.
¿Y qué efectos tienen todos estos fármacos en el agua y en el ambiente? Pues la verdad es que se ignora de forma detallada porque no se ha hecho ningún estudio pero los expertos entienden que no pueden dejar de tenerlos y difícilmente serán buenos. Lo que sí se conoce bien son los efectos de la contaminación por antibióticos -también incluidos en el estudio del Ebro- y los cinco compuestos buscados -Azythromycina, Erythromycina, Sulfamethosazole, Trimethoprima y Ofloxacina- fueron detectados (el primero en 11 puntos y los demás en 3, 1, 5 y 1 respectivamente).
El Departamento de Microbiología del Hospital Ramón y Cajal madrileño calcula que en España van a parar al medio ambiente cada año ¡50 toneladas de antibióticos de uso humano y animal” “¡Y estamos hablando –advierten los expertos- de sustancias que actúan en milésimas de miligramo por centímetro cúbico!” A lo que hay que añadir que como se trata de sustancias que tardan muchos años en degradarse la contaminación del medio está aumentando año tras año.
¿Y que pasa con los antibióticos presentes en el agua o en los peces que nos comemos? Pues se sabe que, una vez liberadas, incluso pequeñas cantidades residuales de antibióticos excretados matan a la mayoría de los microorganismos con los que se encuentran. Y que los que resisten son luego mucho más difíciles de eliminar con tratamiento farmacológico. Es el caso de ciertas cepas de la Escherichia coli (o E.coli), del Acinetobacter, del Estafilococus aereus y de la salmonella, algunas de las cuales están mutando ya hacia formas inmunes a todos los medicamentos conocidos. Al igual que ocurre con la Pseudomona aeruginosa, patógeno típico de los hospitales que coloniza toda clase de líquidos (por increíble que parezca, hasta los líquidos desinfectantes).
Ejemplo inquietante del peligro al que nos exponemos es la omnipresente bacteria E. coli -que causa sobre todo infecciones urinarias entre los enfermos hospitalizados- y, cada vez más, fuera de los hospitales. “Estamos viendo -explica Jesús Rodríguez Baño, infectólogo del Hospital Macarena de Sevilla- que de cada 100 pacientes que nos llegan con infecciones urinarias graves por E.coli entre el 5 y el 10% son como consecuencia de una cepa multirresistente de esta bacteria cuando hace cinco años era del 0%. Y esto tiene su importancia porque tal vez uno de cada 1.000 pacientes, si no acertamos con el antimicrobiano eficaz, puede morir en apenas 48 horas debido a las muchas reacciones que provoca la infección”. Resistencia bacteriana, no lo olvidemos, que se está produciendo por el abuso de antibióticos.
¿Y cuál es la “solución” que se nos está proponiendo para tratar a esas bacterias super-resistentes? Pues antibióticos cada vez más potentes y, a la vez, de mayores efectos secundarios. Algo absurdo porque a la larga sólo va a agravar el problema. “En general -denuncia Francisco Javier Hormigos, director médico de Unión de Mutuas- los antibióticos son cada vez más fuertes y con más efectos secundarios. Las penicilinas bien usadas son casi inocuas para el ser humano pero las gentamicinas, las vancomicinas y los macrólidos de última generación que se usan hoy desde el principio para tratar una infección tienen efectos secundarios considerables: tendinitis, insuficiencias renales y hepáticas, trastornos de la mucosa del tubo digestivo, infecciones serias de hongos…” En suma, la solución no está en crear antibióticos más potentes. Pasa por desterrar el abuso de los mismos, utilizar los más inocuos, buscar alternativas naturales para combatir las infecciones y, dada la situación alcanzada, instalar depuradoras realmente eficaces.
¿Y qué efectos tienen todos estos fármacos en el agua y en el ambiente? Pues la verdad es que se ignora de forma detallada porque no se ha hecho ningún estudio pero los expertos entienden que no pueden dejar de tenerlos y difícilmente serán buenos. Lo que sí se conoce bien son los efectos de la contaminación por antibióticos -también incluidos en el estudio del Ebro- y los cinco compuestos buscados -Azythromycina, Erythromycina, Sulfamethosazole, Trimethoprima y Ofloxacina- fueron detectados (el primero en 11 puntos y los demás en 3, 1, 5 y 1 respectivamente).
El Departamento de Microbiología del Hospital Ramón y Cajal madrileño calcula que en España van a parar al medio ambiente cada año ¡50 toneladas de antibióticos de uso humano y animal” “¡Y estamos hablando –advierten los expertos- de sustancias que actúan en milésimas de miligramo por centímetro cúbico!” A lo que hay que añadir que como se trata de sustancias que tardan muchos años en degradarse la contaminación del medio está aumentando año tras año.
¿Y que pasa con los antibióticos presentes en el agua o en los peces que nos comemos? Pues se sabe que, una vez liberadas, incluso pequeñas cantidades residuales de antibióticos excretados matan a la mayoría de los microorganismos con los que se encuentran. Y que los que resisten son luego mucho más difíciles de eliminar con tratamiento farmacológico. Es el caso de ciertas cepas de la Escherichia coli (o E.coli), del Acinetobacter, del Estafilococus aereus y de la salmonella, algunas de las cuales están mutando ya hacia formas inmunes a todos los medicamentos conocidos. Al igual que ocurre con la Pseudomona aeruginosa, patógeno típico de los hospitales que coloniza toda clase de líquidos (por increíble que parezca, hasta los líquidos desinfectantes).
Ejemplo inquietante del peligro al que nos exponemos es la omnipresente bacteria E. coli -que causa sobre todo infecciones urinarias entre los enfermos hospitalizados- y, cada vez más, fuera de los hospitales. “Estamos viendo -explica Jesús Rodríguez Baño, infectólogo del Hospital Macarena de Sevilla- que de cada 100 pacientes que nos llegan con infecciones urinarias graves por E.coli entre el 5 y el 10% son como consecuencia de una cepa multirresistente de esta bacteria cuando hace cinco años era del 0%. Y esto tiene su importancia porque tal vez uno de cada 1.000 pacientes, si no acertamos con el antimicrobiano eficaz, puede morir en apenas 48 horas debido a las muchas reacciones que provoca la infección”. Resistencia bacteriana, no lo olvidemos, que se está produciendo por el abuso de antibióticos.
¿Y cuál es la “solución” que se nos está proponiendo para tratar a esas bacterias super-resistentes? Pues antibióticos cada vez más potentes y, a la vez, de mayores efectos secundarios. Algo absurdo porque a la larga sólo va a agravar el problema. “En general -denuncia Francisco Javier Hormigos, director médico de Unión de Mutuas- los antibióticos son cada vez más fuertes y con más efectos secundarios. Las penicilinas bien usadas son casi inocuas para el ser humano pero las gentamicinas, las vancomicinas y los macrólidos de última generación que se usan hoy desde el principio para tratar una infección tienen efectos secundarios considerables: tendinitis, insuficiencias renales y hepáticas, trastornos de la mucosa del tubo digestivo, infecciones serias de hongos…” En suma, la solución no está en crear antibióticos más potentes. Pasa por desterrar el abuso de los mismos, utilizar los más inocuos, buscar alternativas naturales para combatir las infecciones y, dada la situación alcanzada, instalar depuradoras realmente eficaces.
Redactado por: Rafael Carrasco
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